Volvo ha tomado una decisión importante. No le ha temblado el pulso a la hora de decir que van a dejar de fabricar motores diésel, algo que para algunas marcas es impensable atendiendo al porcentaje de coches que venden con dichos propulsores.
La firma sueca quiere centrar sus esfuerzos en la fabricación de coches eléctricos basándose en los buenos resultados que ha obtenido Tesla. Sin embargo, me temo que la estrategia puede fracasar en países como España, donde los eléctricos siguen siendo un rara avis. Que lo haga Tesla vale, pero Volvo es una marca relativamente generalista que no sé yo si podrá permitirse el lujo de abandonar el diésel sin que ello repercuta negativamente en sus arcas.
¿Una decisión arriesgada?
En estos momentos el diésel representa algo más del 50% de las ventas de Volvo en Europa. Es un porcentaje demoledor que no respalda su decisión, pero por lo visto ya no hay vuelta atrás.
Se han fijado como objetivo desarrollar y optimizar al máximo la plataforma MEP (Modular Electrification Platform), que es la que utilizarán para dar vida a sus modelos eléctricos. Ésta debería ser la gran protagonista a partir de 2020, cuando se espera que la cuota de coches eléctricos vendidos en Europa haya crecido considerablemente.
El primer modelo eléctrico de Volvo se fabricará en China y podría llegar en 2019. ¿Su precio? Entre 35.000 y 40.000 euros. ¿Su autonomía? No menos de 400 kilómetros.
Las palabras del jefe
Hakan Samuelsson, CEO de Volvo, ha justificado una decisión que provocará el fin de la fabricación de coches Volvo con motor diésel en 2023:
Desde la perspectiva de hoy, no vamos a desarrollar más motores diésel de nueva generación. A partir de ahora nos centraremos en vehículos eléctricos e híbridos. Aquí tenemos que reconocer que Tesla ha logrado ofrecer un coche para el cual la gente está haciendo cola. En este segmento también debe haber espacio para nosotros, donde llegaremos con alta calidad y un diseño atractivo.