Trataron de engañarnos, como hacen el 99% de las multinacionales en estos casos, pero más de uno y de dos ya sabíamos que lo del escándalo de las emisiones era una estrategia bien conocida desde las altas esferas de Volkswagen. Muchos se hicieron los locos mirando hacia otro lado, mientras que otros pusieron cara de sorpresa como si no lo supieran. Sin embargo, el bueno de Martin Winterkorn y sus colegas de oficina ya sabían lo del software trucado desde 2014. ¡Y anda que no les iba bien!
Mea culpa y a cobrar
Quien por aquel entonces era el mandamás de la compañía, no tuvo más remedio que salir a la palestra para reconocer el error antes de ser destituido acordando una jubilación de oro (28,6 millones de euros de pensión). En España le hubieran echado la culpa a los empleados o a los becarios de turno, pero en Alemania por lo menos tienen algo más de decencia en ese sentido.
Sin repercusiones comerciales
Dar la cara está bien, pero no lo soluciona todo. A pesar de ello, Volkswagen sigue vendiendo coches como churros en casi todo el planeta, especialmente en mercados como el español, donde el consumidor medio adolece de una capacidad crítica lo suficientemente consistente como para penalizar este tipo de comportamientos. De hecho, he escuchado varias veces que les importa más bien poco: «Si el escándalo de las emisiones hace que baje el precio del Passat y me lo puedo comprar, será perfecto».
Sanciones a la vista
A todo esto, Volkswagen sigue de juicio en juicio y a la espera de que se le empapele como es debido. Echo de menos alguna que otra responsabilidad penal por lo ocurrido, entre otras cosas porque se supone que nos tomamos muy en serio lo de construir un mundo más verde. ¿O todo es puro marketing para vender más coches? Vaya… el mundo ideal que dibujaba Disney se parece cada vez menos al mundo real.