El Polo VI, que se puso a la venta en 2018, pasa por unos retoques que, de inicio, enterraban al GTI. Pero la casa porfía en colocar esta versión de motor cuatro cilindros 2.0L. con turbocompresor y 207 CV. Fuerzan la continuación de la saga y no entendemos muy bien el porqué. Cavilamos se debe a que Ford sostiene su Fiesta ST impecable, Suzuki da alegrías inesperadas con el Swift Sport, Hyundai se acaba de meter en este lodazal con el i20 N y los MINI todavía empujan. Mientras quede alguien apostando a la casilla de los utilitarios sport, imaginamos que VW no quiere tirar la toalla.
Cambios poco acertados
Hay poco que renovar partiendo del GTI ‘2018’ y, lo que se ha retocado, ha ido a peor. En especial porque sus homólogos en otras marcas han decidido más certeramente para su público, sobre todo con la cuestión del cambio de marchas. Este Polo GTI te obliga a usar su automático DSG. Entendemos que esto es así por no haber invertido en otra manera de rebajar consumos. El automático permite rodar sin ninguna marcha insertada en momentos de mucha inercia y eso rebaja alguna décima en la homologación, y nada en la conducción real.
La plaga de cambios automáticos también está causada por la conquista de los asistentes a la conducción; por cada robotización de una función humana, se debe ceder una pieza más a la máquina. Los controles de velocidad autónomos y las frenadas asistidas se llevan mal con las decisiones de los conductores y lo primero que retiran a las personas es la facultad de actuar sobre los motores.
Como en otros modelos coetáneos, en el Polo nos parece terrible la instrumentación de pantallas y el manejo de climatización sin botoneras. Aparatoso interior de plásticos rojos que dejan la impresión de estar en las tripas de un electrodoméstico en lugar de un coche; metedura de pata común en demás fabricantes, por cierto. Nefanda la luminaria en racimos de ledes, pues en caso de avería o choque, a ver qué te explica tu compañía de seguros sobre el coste de las piezas. Hortera la franja de luz «Coche Fantástico» que le engastan en la parrilla. Malo para los frenos el falso diferencial autoblocante. Complicadísimo y carísimo el mantenimiento de unas suspensiones de rigidez oscilante que han recetado en forma de ‘extra’. Lo llaman «Sport Select». Al grano, trae todo lo que se puede hacer mal en un coche y lo coloca en unos precios torpes para lo que se recibe, que es un automóvil pesado, complejo y hacinado de microchips, y que se queda en tierra de nadie, sin inclinarse ni por la suavidad ni por la deportividad. Ahora los lectores tienen carril libre para tacharnos de luditas.
Al que sufra delirios patrióticos, le dolerá ver que esto se monta en Pamplona. Dentro de la misma casa, dentro de la península y dentro de los pequeños polivalentes, antes recomendamos un Ibiza o un Corsa. Ambos, que también van llenos de fatales decisiones de sus constructores, pueden ser muy rápidos y vistosos, y además dejan la sensación a los compradores de que les han tomado el pelo un poquito menos.