Seguramente el mejor cliente de Fiat se encuentra en Italia, pero hay que decir que el peor también está allí. Se llama Spartaco Capon, vive en Lissone y su sueño siempre fue ser aizcolari.
Como nunca pudo viajar al País Vasco para formarse como es debido, decidió entrenarse por su cuenta en la pequeña localidad de la provincia de Monza y Brianza. Allí aprendió a cortar troncos con destreza, pero también le enseñaron a protestar de la forma más cavernícola posible cuando algo que había comprado no funcionaba.
Hachazos y más hachazos
Lo saben los propietarios del concesionario Fiat que le vendieron el 500 que puedes ver en la primera imagen que ilustra este artículo. No he puesto ninguna más porque no he encontrado más fotos de su proeza, pero creo que con la que hay ya es suficiente para saber cómo acabó el utilitario tras una mañana complicada.
Resulta que Spartaco siempre llegaba tarde a la oficina por culpa del transporte público. Su jefe le había advertido en varias ocasiones y decidió comprarse un Fiat 500 para resolver el problema de una vez por todas. Creía que de esta forma iba a solucionar su problema, pero en el día de su estreno se llevó un buen disgusto.
El coche no arrancaba e inevitablemente iba a llegar tarde otra vez. ¿Qué podía hacer para remediarlo? Poco, así que decidió coger un hacha y destrozar tanto la carrocería como los cristales del vehículo. No sé cuántos hachazos le dio, pero tal vez fueron 500 en honor a su nombre. Ni los retrovisores ni los tiradores de las puertas se salvaron.
La policía no tardó en llegar al lugar de los hechos y a los agentes les costó creer que el coche era suyo. Rápidamente se lo llevaron a un hospital para que se relajara, y por lo visto ha pasado una semana allí recibiendo tratamiento psiquiátrico. ¿Qué ha sido del coche? El taller al que fue a parar lo declaró como un activo sin valor, así que es poco probable que vaya a la oficina con su flamante y maltratado 500.