El 10 de noviembre de 1989 (hace 25 años) el muro que limitaba la zona gobernada por la República Federal Alemana (RFA) de la zona democrática (RDA), cayó después de 28 años dividiendo a los berlineses. Así, el denominado «Muro de Berlín«, pasó a la historia como un decadente símbolo de la Guerra Fría y de la intolerancia. Mientras que el país miraba hacia adelante soñando con un mañana mejor, la empresa VEB (Sachsenring Automobilwerke Zwickau) motorizaba a la población con el modelo Trabant, símbolo de la resistencia teutona y, sin duda, el primero en romper aquél telón de hormigón. ¿Conoces su historia?
Ya sea en España con el mítico Seat 600, o en Reino Unido con el Morris Mini de 1959, algunos de los coches más famosos no pasan a la historia por sus prestaciones o cualidades técnicas, sino por representar a la población obrera de un país o incluso de un régimen político, como sucede con el Trabant (o Trabi) en la Alemania de los 80. Este modelo representaba todo aquello que era el régimen comunista: un automóvil sencillo, lento, inexorable, resistente y anclado a la sumisión de la clase plebeya.
Historia del Trabant, retrato de una generación
Fue a finales de los años 50 cuando la empresa VEB, levantada en las instalaciones del fabricante automovilístico August Horch (lo que hoy es Audi) en Sachsenring, soldaba a mano los nuevos y asequibles modelos Trabant en su cadena de montaje, lejos del bloque comunista y del miedo establecido. Se le llamó «satélite» (significado literal en español) en alusión a las naves Sputnik no tripuladas, una serie de misiones espaciales de la Unión Soviética que comenzaron en 1957 y terminaron en 1961. Sus escasos exámenes de calidad, sumado a un desgastado sistema de fabricación a mano, hizo que el Trabant no pudiese heredar lujo alguno y que las listas de espera para adquirir uno se demorasen hasta 15 años.
A pesar de su elevado coste (unos 10.000 marcos de la época), su gama de generaciones englobó 33 años de éxito en ventas con más de tres millones de unidades matriculadas; desde el Trabant 500 (1957-1962), pasando por el Trabant 600 (1962-1964), Trabant 601 (1963-1991) y Trabant 1.1(1990-1991). Berlín estaba siendo poco a poco conquistado por este modelo de estética simple, éstos reinaban en sus calles y destacaban muy por encima de coches tan comercializados en toda Europa como el Citroën 2CV.
Aspectos técnicos
La motorización del «Trabi» no significó una evolución industrial ni causó admiración alguna. Es más, su motor de motocicleta refrigerado por aire con 500 a 600 cc rompería hoy cualquier mínima normativa anticontaminante y otros tantos requisitos de la automoción. Sus bloques de dos tiempos y hasta 26 caballos de potencia, fueron instalados por la empresa DKW (Dampf-Kraft-Wagen), una histórica marca de motos y coches. Su combustible –mezcla de gasolina y aceite– a veces olía en el interior, donde no estaba incluido el panel de instrumentos y por lo tanto, el consumo se medía con una varilla bajo el capó.
Su aspecto tampoco cambiaba demasiado a medida que emergían sus generaciones, sus coches y camiones lucían el mismo aspecto en diferentes tamaños, y su carrocería de 3,37 metros de longitud combinaba componentes metálicos con cartón y resina. Eso sí, sus genes alemanes le enseñaron a ser un coche resistente que, con un cuidado óptimo, superaba los 25 años de vida útil.
Hoy en día, Berlín mantiene en pié pequeños trozos de aquél «muro de la vergüenza». Uno de ellos destaca la importancia del Trabant para la sociedad alemana. La pintura muestra el beso entre Honecker (que simboliza a la República Democrática Alemana) y Breznev (Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética), ambos subidos encima de un Trabant.