Una buena definición es la que habla del líquido de frenos como el encargado de transmitir la fuerza ejercida sobre el pedal a las pastillas de freno y/o las zapatas. Solo así es posible detener el coche, así que su papel es cuanto menos importante.
Un tema poco cuidado
Por desgracia, en España se calcula que siete de cada diez vehículos circulan con el líquido de frenos en un estado que dista de ser idóneo. Quiere decir que probablemente el punto de ebullición no es muy alto, puesto que debe funcionar a más de 250 grados centígrados para cumplir con su función, sobre todo cuando se producen frenadas continuas o de emergencia.
Cómo comprobar si está en condiciones
Para comprobar si se encuentra en buen estado, hay que echar un vistazo a su color, que suele ser amarillo transparente, y a la cantidad, puesto que debe situarse entre las dos líneas que marcan el mínimo y el máximo. Los fabricantes suelen recomendar un cambio de líquido de frenos tras el primer año de vida del coche y tras el tercero.
Evidentemente, de nada sirve tener el líquido de frenos en inmejorables condiciones si el sistema de frenos falla por alguna parte. Hay que echar un vistazo al resto de componentes para que el coche se detenga en el mínimo número de metros posible al pisar el pedal de freno.
Consecuencias negativas
Si el líquido de frenos no ha sido renovado cuando tocaba, puede absorber humedad y perder efectividad. Además, también puede pasar que el resto de elementos del sistema de frenado se deterioren antes de lo previsto. Por último, también se pierde potencia de frenada, así que lo mejor es acudir a un taller profesional para llevar a cabo el mantenimiento oportuno.