Para el mes de enero, cuando Detroit acoja su Salón del Automóvil NAIAS (con legendarios ecos de grandeza antes de que la ciudad entera se pusiera a concurso de acreedores), cuando todos los que se juegan los garbanzos en los Estados Unidos quemen todas las naves, BMW despegará con la edición más regia del Z4. Muchos son los que le han subido al trono del Roadster Clásico con las proporciones perfectas. No voy a ser yo quien le haga abdicar como rey del segmento, no estamos por la labor de juzgar. Pero si te gustan los bávaros, el Pure Fusion Design te ha de encandilar por fuerza.
Por fuera, salvo las llantas específicas de 18 pulgadas para esta versión, los detalles cromados y el color ‘Sparkling Brown’, muy señorial y muy inglés, nada le distingue de la gama convencional. Aunque habrá otros pocos colores nuevos, raramente podrán equiparar la virtuosidad de las formas que se consigue con este marrón metalizado bajo una luz de estudio perfecta.
Al que le parezca demasiado distinguido y prefiera las pinceladas agresivas que a veces profieren los BMW, le podrá añadir el kit de carrocería M. En mi opinión, dato que no debiera importarle a nadie, no le tocaría ni una bombilla.
Del precio no se ha hablado, pero todo lo que hay en el pequeño espacio interior biplaza es tan excelso y noble que la brújula del sentido común apunta a importes por encima de los 85.000 €. Por dos cuestiones que explico sucintamente…
Las motorizaciones más potentes
El roadster cuenta con cinco motores, pero se han descartado dos para el Pure Fusion Design. Por ende, sólo los más briosos tienen cabida bajo el infinito morro del coche. Éstos son:
– sDrive28i. 245 CV con cambio manual o automático secuencial.
– sDrive35i. 306 CV con cambio manual o automático de doble embrague.
– sDrive35is. 340 CV únicamente con cambio automático de doble embrague.
El interior de “alta costura”
La tapicería es de cuero Napa pulido, que cubre unos asientos deportivos con un color blanco marfil al que no le debe sentar nada bien que vayas fumando dentro del coche y te caiga la ceniza encima.
Las costuras de los asientos, reposabrazos y los paneles de las puertas son también marrones, para mayor contraste con el blanco dominante. En el costado de los respaldos, la superficie está perforada para que los materiales bajo el cuero Napa respiren y se adapten bien a la morfología de la espalda de los ocupantes.
La parte inferior del salpicadero también es blanco marfil, pero hay acentos en negro en la parte de encima. Mientras la franja central del salpicadero vuelve a ser Napa pulida, pero marrón claro. La visión en plano abierto es como un helado de tres sabores.
El túnel donde va el cambio de marchas, lo que rodea al cuadro de instrumentos y parte de los guarnecidos de las puertas son de madera, y los parasoles vienen también en Napa negra. Un trabajo de varios sastres para encontrar una armonía perfecta entre la madera, el cuero blanco, el cuero beige y el negro.
Tanta solemnidad, protocolo y etiqueta me abruman. Matar diez vacas y talar la Selva Negra para decorar un coche no es lo mío. Si tuviera que conducir uno, descapotado y por Mónaco, me pondría el chandal y unas chancletas.