Fiat no ha acabado de asentarse en Europa con sus compactos. Su trayectoria desde el Stylo ha sido un tanto errática, sin que nadie se explique muy bien por qué un coche tan bien acabado y con una política de precios y equipamientos más que correcta no cale más hondo en el mercado. No obstante, al otro lado del charco la cosa cambia. En Brasil el Bravo tiene un éxito enorme. Por eso en Sao Paulo los italianos han enseñado los dientes, haciendo que lo que parecía un corderito, resulte ser un lobo.
La brutal calandra con rejilla de nido de abeja y las tomas de aire laterales con las luces led ya imponen lo suyo. Los faldones laterales no sabemos si aerodinámicamente aportarán mucha cosa, pero el toque circuitero sí que se lo ponen. Por detrás, cómo no, un buen difusor y una doble salida de escape para el que venga desde atrás con ganas de marcha se lo piense antes de hacer ninguna brabuconada.
De introvertido no tiene nada; lo que lleva dentro lo muestra también fuera. Si a alguien le quedan dudas que le eche un vistazo a las descomunales llantas multirradio.
Pura deportividad italiana
Fiat no ha confirmado que pase a la cadena de producción o si, de hacerlo, se trataría de un modelo con unidades limitadas. Yo me inclino más por la segunda apuesta.
Lo que mejor sabor de boca me deja es ver que no le han pasado el encargo a Abarth, sino que es un Fiat puro y duro, un Pata Negra. Si esto llegara a Europa, hay más de uno que tendría dolores de barriga: el motor es el T-Jet 1.4i pero supervitaminado hasta los 253 CV, con un par máximo de 340 Nm. Ha habido que revisarlo todo, desde la suspensión hasta la dirección, pasando por los frenos y todo el sistema de control de estabilidad y tracción.
Los brasileños tienen que estar alucinando y babeando a partes iguales.