La venta empieza en verano, supuestamente un año antes de que en KIA veamos un salto de generación para el Rio. Y cruzando el ecuador de un 2020, donde las calificaciones medioambientales han dejado poco juego a cambios espectaculares en el escenario global. Sólo el Clio, el Corsa y el Peugeot 208 han coincidido con Hyundai en el paso del testigo de una generación a otra. Los otros habitantes del sector utilitario están en un punto de maduración o de medio ciclo vital. Y los marquistas andan con quebraderos de cabeza a intención de embutir motores que meriten una nota ECO en el baremo de la Dirección General de Tráfico.
Respecto al i20 II, del año 2015, hay un crecimiento general de medidas, menos en la altura, que baja casi dos centímetros y medio. Después de una tendencia de una década a hacer los coches cada vez más altos, los ingenieros, dicho así, al grueso, están regresando a siluetas más achatadas porque mejoran el desempeño y el consumo energético.
Lo que más les está costando es rebañar peso. Tengamos en cuenta que, redondeando, entre un i20 de generación I y el de generación III, hay una crecida de 100 kg de promedio, según motor y acabado. El abultamiento de la báscula es un mal endémico en esta industria.