La marca que empezó Nissan en 1989 para hacerse hueco en el lujo americano cumplió ayer su quinto aniversario del desembarco en Europa, napoleónica y estrategicamente iniciado por un centro en Madrid, y localizando su sede central en Suiza.
En los EE.UU. Infiniti se las ha ido apañando para sortear fabricantes alemanes y estadounidenses como Cadillac o Lincoln, y lo mismo con sus rivales nipones Lexus y Acura, porque Toyota y Honda tuvieron antes que ellos la idea de una filial por encima de lo premium. Un plan redondo en un continente donde la gasolina es barata, hay desequilibrios sociales lo suficientemente salvajes como para generar clientela con poder adquisitivo desmesurado, y encima hay sitio en las autopistas para monstruos de más de cinco metros.
Con un quinquenio recorrido, es un buen momento para valorar cómo le ha ido a Infiniti en España.
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