Tengo un amigo que siempre se quedaba atascado dos horas en la misma caravana cuando volvía de Martorell, donde le había salido un trabajo. El Día de la Marmota; indefectiblemente, tarde o temprano llegaba un momento en la semana en que la necesidad de miccionar lo torturaba. Ante la desdicha, mi amigo pergeñó un sistema infalible para aliviar la vejiga: una botella de dos litros acoplada a la parte inferior del asiento y un tubo con un embudo.
Por vulgar, jocoso o impúdico que suene, entre todos lo sufragamos como el ‘accesorio del siglo’. He querido contarle lo del laboratorio de fans de Toyota, pero ya ha finalizado la convocatoria a nuevas propuestas. Una auténtica lástima; nos hubiéramos forrado.
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