Hay mayor número de candidatos al coche más feo del mundo que reyes en ‘Juego de Tronos’. Aquí les hemos dedicado unos cuantos artículos… Me vienen a la cabeza nombres memorables como Youabian Puma. Por más que se expongan prototipos en salones para sondear la acogida del público, una constante en la automoción es el sistema de prueba y error: me la juego, hago un coche diferente y A) se convierte en un icono, o B) me apedrean. La opción dos es la que nos ocupa hoy.
El carrocero japonés Mitsuoka más bien ha escrito sus cuatro décadas de historia sobre los cimientos de los abucheos; no ha habido modelo que no haya sido humillado por millones de aficionados a los coches. Inauguraron la empresa el mismo año que se estrenó ‘Chitty Chitty Bang Bang’ y eso te ha de causar alguna lesión psicológica por fuerza… Pero no creas, si hay algo certero en esta bola de tierra y agua es que todo el mundo tiene su público.
Y desde el 2006, este objeto que ves aquí arriba ha estado fabricándose bajo pedido, y a precios entre 70.000 € y 90.000 €, según los caprichos suplementarios de los clientes.
Este año se lanza la Final Edition y otro candidato a la corona del rey de los feos pierde su cabeza por la guillotina. No me interesa indagar en si es la mayor aberración, descarrío o perversión deforme de la industria. Hay quorum de sobras afirmando que sí lo es, pero yo me reservo de tan severa sentencia. A mí, lo que me tiene en ascuas es el proceso mental que siguen los diseñadores de Mitsuoka.
Como punto de partida, compran chasis antiguos de modelos populares japoneses que les dejan a costes de marca blanca, como una plataforma de Mazda MX-5 o de Nissan Micra. Y repiten la operación con los motores. La piel que les ponen encima intenta emular siempre un coche inglés de los años 50. Mira la foto de abajo, ésta es su visión retro particular del Micra, el Mitsuoka Viewt.
En términos de concepto es respetable y la lógica que siguen los responsables de producto la comprendo: en Granada está la familia Hurtado fabricando a mano roadsters de corte clásico. Pero los Hurtan granadinos están bastante lejos del Mitsuoka Viewt, ¿no?
Tengo que contar bien la historia de Hurtan, porque tuve el privilegio hace unos años de conocer al señor Juan Hurtado y a su hijo. Pero eso será en otro artículo.
Dentro de este escrito, no me puedo desviar de la actividad neuronal anómala que se registró en algún momento del 2001 en el córtex cerebral de los diseñadores Mitsuoka, y que terminaría en el engendramiento del Orochi, llamado así en tributo a un dragón de ocho cabezas de la mitología medieval japonesa.
La reunión
En una modesta oficina de la ciudad de Toyama, donde es muy probable la presencia abusiva de psicotropos, se estaba discutiendo con qué sorprenderían al público en el Salón de Tokio. La siguiente conversación está ficcionada para agilizar el ritmo de la exposición de este folletín:
–Diseñador A: ¿Y si hiciéramos un deportivo? Tengo unos chasis de Honda NSX que me los dan regalados.
–Diseñador B: Pues no me parece mala idea, hoy he encontrado una oferta de motores Toyota V6 EMZ-FE 3.3 litros.
–Diseñador C: Que sepas que no te aguanto cuando te pones de comentarista técnico…
–Diseñador B: Y cuando tú vas hasta las orejas de sake tampoco te aguanta nadie.
–Diseñador A: Haya paz…
–Diseñador B: Sólo digo que los Toyota tienen 230 caballos. Y cambio automático de cinco marchas. Tragan como un demonio, pero nos pueden servir. La carrocería podría ser como la de un Jaguar XK 120 Roadster de 1950…
–Diseñador A: Nah… Demasiado visto, y ya tenemos el Himiko, que es prácticamente calcado.… Este año tenemos que dejarlos… Ciegos de belleza (se le iluminan los ojos en trance).
–Diseñador C: ¿En qué estás pensando?
–Diseñador A: Estoy pensando en cómo se imaginaría un diseñador en 1940 que serían los coches del futuro, ¿sabes lo que digo? Como un Julio Verne dibujando el submarino del Capitán Nemo. Ciencia ficción retro. Ciencia ficción retro… Pensadlo… Ése es el concepto.
–Diseñador B: Me parece que ya está inventado… Creo que lo llaman ‘Steampunk’, retrofuturismo o una cosa por el estilo…
–Diseñador C: No lo veo muy claro…
–Diseñador A (solemne): No tenéis ni puñetera idea. La cosa funciona así: si veis que yo me río, vosotros os reís. Si veis que yo no digo nada, vosotros la boca cerrada. Confíad en mí…
Seis meses después, en el Salón de Tokio…
El Capitán Nemo otra vez
Eso es lo que creo que ocurrió; que trataban de ponerse en la piel de alguien del pasado proyectando coches de centurias venideras.
En la saga de ‘Regreso al Futuro’, Doc le hizo a Marty McFly un DeLorean DMC-12 que volaba, viajaba en el tiempo y se alimentaba de basura. Acertó de pleno, por lo menos entre los que tenemos algunas canas y lo vivimos en el cine.
Pero vayamos a otra película: ‘La Liga de los Hombres Extraordinarios’. Aquí siguieron un camino alucinógeno paralelo al del diálogo entre los diseñadores, y volvieron a enredarse con las fábulas de Julio Verne, pero aún más en serio y, probablemente, con mayor consumo de estupefacientes… El coche del Capitán Nemo perfectamente se lo podrían haber encargado a Mitsuoka.
Porque, de todos los coches más feos del mundo, el de esta película está en la cúspide. Ésa es mi opinión, irrelevante como la de cualquier terrícola. Pero digo yo que también estoy en mi derecho de tener mi público, y que en algún rincón vive alguien que se echó las manos a la cabeza cuando vio el súper Nemo Car en la tele lanzando un garfio a una farola para hacer giros de noventa grados.
Y sin embargo, a ese mismo «alguien» –porque tampoco es tan y tan recontrahecho y feo– el corazón no le pasa de setenta y dos pulsaciones mirando las fotos del Mitsuoka Orochi.
‘Final Edition’, se me olvidaba.