En los años 50 y 60, antesala del primer hombre en la luna, la población esperaba con ganas la llegada de otro hecho revolucionario: la llegada de los coches propulsados por energía nuclear. En el hipotético y utópico mundo que imaginaban en aquellos tiempos, se conseguirían grandes avances para la humanidad como, por ejemplo, el consumo sin límites, vehículos voladores, cocinas autónomas y otras innovaciones que, en algunos casos, aún hoy suenan a ciencia-ficción.
El desarrollo de los submarinos y buques de movilidad atómica durante los años 40 del pasado siglo, llevó a múltiples diseñadores de automóviles a iniciar los bocetos de los primeros concept car nucleares de la historia. ¿Quieres conocer estos modelos? Echemos una mirada retrospectiva al optimismo de aquellos tiempos.
Imagina la situación a mediados del siglo XX en el viejo continente cuando, después de dos guerras mundiales, las dañadas infraestructuras estaban bajo mínimos de combustible fósil. La necesidad de un suministro de energía inagotable resultaba algo esperanzador y, cómo no, existía una superpotencia al otro lado del océano que deseaba alimentar este sueño.
No obstante, la fantasía se vino abajo muy pronto. Muchos entendidos en materia nuclear, dieron al mundo un golpe de realidad poniendo sobre la mesa los fundamentos necesarios para impedir la llegada del vehículo a reacción. Un coche con energía nuclear daría problemas muy serios; un accidente leve podría causar una explosión que arrasase una ciudad entera, los materiales atómicos son demasiado pesados para instalarse en un coche, el chasis debería poseer un material de blindaje pesado y una barrera de plomo (al menos de 50 toneladas) para prevenir la exposición a la radiación. Eso y muchas complicaciones más. A nosotros sin embargo, nos basta con Chernobyl y Fukushima para entender el peligro de la energía atómica.
Studebaker-Packard Astral de 1957
La imaginación, sin medias tintas. Este modelo conceptual de 1957 debutó en el museo del arte de South Bend (Indiana, Estados Unidos) y pocos meses después, se trasladó al Salón de Ginebra con el fin de cambiar la historia del automovilismo. Además de poseer tecnología con giroscopios, el ‘Astral’ estaba capacitado para flotar en el agua (para evitar la radiación) y una especie de campo de fuerza invisible anticolisiones, de ahí que no tenga ventanillas. Esta máquina atómica reposa hoy en el museo del automóvil Petersen de Los Ángeles.
Arbel Symetric de 1958
El Arbel Symetric, de origen francés, tendría todo el aspecto de un coche cualquiera (salvo por sus defensas fosforescentes) pero con un pequeño detalle: su motor ‘Genestatom’, un generador nuclear de 40 Kw que usaba un pequeño impulso térmico eléctrico para propulsar el coche con energía nuclear. Este reactor podría cambiarse cada 5 años, motivo suficiente para llevar este modelo a lo más alto de las ventas. No es de extrañar que el gobierno se deshiciese pronto de esta disparatada idea.
Ford Nucleon de 1958
La era atómica trajo al mundo uno de los modelos más extravagantes y futuristas vistos jamás. Fue construido (obviamente, no de forma completa) por Ford en 1958, con la premisa de ser impulsado por un pequeño reactor en la parte posterior. Los ingenieros presumían de que este modelo podría llegar a las 5.000 millas sin necesidad de cambiar nada. No obstante, también se dieron cuenta que la cantidad de plomo necesaria para mantener al conductor totalmente aislado y con vida dentro del coche aumentaría en demasía el tamaño y el valor del coche. Hoy puedes ver este modelo en el videojuego Layout y en el museo Henry Ford de Michigan.
Simca Fulgur de 1958
El Simca Fulgur, presentado en el Salón del Automóvil de Ginebra en 1958, es un modelo de la era espacial diseñado en Francia que, si bien posee muchos rasgos con el automóvil de «Los Supersónicos» de Hanna Barbera, no estaba pensado para volar. A su motor de fisión nuclear se le sumaban comandos de voz, radar de localización y solo dos ruedas equilibradas por tecnología giroscópica.
Ford Seattle-ite XXI de 1962
Ford se deshizo del modelo Nucleon, pero no de su idea del automóvil nuclear. Por eso, cuatro años después trajo al mundo el Seattle-ite XXI, una especie de nave espacial con seis ruedas, sistemas de navegación por computadora, motor de pila inacabable (atómico), carrocería intercambiable, dos habitáculos aislados, materiales modulares y un aspecto de lo más futurista.