No diga coche, diga «cochazo». El nuevo BMW Alpina B6 Biturbo Gran Coupé es un pepino, como dirían Karlos Arguiñano y Juan Mari Arzak empleando términos culinarios, o como diría mi vecino con voz de «carajillero» para radicalizarlo todavía más.
No hay un BMW más prestacional, ni siquiera con la emblemática chapa de la división M incrustada en varias partes del coche. Su motor entrega 540 CV y 730 Nm de par máximo, unas cifras que se acercan peligrosamente a las de los mejores superdeportivos y que repercuten en sus prestaciones.
Prestaciones fuera de lo normal
Puede acelerar de 0 a 100 km/h en 3,9 segundos gracias a su eficiente caja de cambios automática de ocho velocidades. Cuenta con tracción a las cuatro ruedas y alcanza una velocidad máxima de 318 km/h.
¿Eso es mucho o es poco? Si lo comparamos con el BMW M6 Gran Coupé, hay que decir que es mucho. El modelo más potente de la división M pasa de 0 a 100 km/h empleando tres décimas más y su velocidad punta es de 305 km/h. Su motor de gasolina de 8 cilindros BMW M TwinPower Turbo no puede dar más de sí con sus 560 CV y 680 Nm de par máximo.
Lujo a raudales
El BMW Alpina B6 Biturbo Gran Coupé está preparado para transportar al conductor junto a tres acompañantes. Puedes incluir todos los extras que puedas llegar a imaginar y el cuero que predomina en el interior no huele precisamente mal. Su tacto te da a entender que estás conduciendo uno de los cuatro puertas coupé más lujosos del mercado.
Precio prohibitivo
Lo peor de todo, como suele ser habitual en estos casos, es su precio. No está pensado para satisfacer las necesidades de todos los mortales porque no todo el mundo se lo puede permitir. En Alemania cuesta 126.500 euros, que son 2.000 euros menos que el M6 Gran Coupé. En Estados Unidos, donde siempre pagan menos por los coches, su precio está por encima, ya que sale por 117.300 dólares, mientras que el M6 Gran Coupé está a la venta por 115.700 dólares.
A continuación puedes ver un vídeo en el que aparece en acción, tanto en ciudad como en carretera. Todo termina en una de esas casas, o mejor dicho «palacetes», que solo puede tener un gran empresario, un político corrupto o el yerno de un rey.