Sintiéndolo mucho por los que llevan una pegatina del circuito de Nürburgring en el coche y se van hasta allí cada vez que pueden, tengo que decir que el trazado alemán no es el punto del planeta donde se acumula la mayor cantidad de neuronas. Para eso deberíamos irnos hasta alguna universidad o laboratorio, pero no hasta un lugar donde lo único importante es pisar el acelerador para ganarle tiempo al tiempo.
Se masca el peligro
Los accidentes están al orden del día. Los graves y los menos graves, porque cualquier toque puede ser motivo de revolcón a determinadas velocidades. Los pilotos son inexpertos y los coches que se mezclan son de todo tipo. Puedes encontrarte en la misma recta un Golf GTI de primera generación al lado de un flamante Lamborghini Huracán, por citar un ejemplo.
La diferencia no es tan brutal en el caso que nos ocupa hoy, pero también es considerable. Un Renault Clio RS puede ser el rey de la ciudad por sus prestaciones, pero cuando le toca medirse a un Porsche 911 o a un Nissan GT-R la cosa cambia.
El retrovisor también hay que mirarlo en los circuitos
Es precisamente el modelo de la firma japonesa el que graba todo lo sucedido desde una cámara instalada en el salpicadero. Logra dar caza a un viejo Honda Civic que pasaba por allí, pero por detrás hay un par de Porsche que vienen con prisa. Éstos le adelantan en una de las rectas del circuito, pero cuando llega el turno del Nissan GT-R ocurre algo que no entraba en los planes del conductor del Clio RS.
No le ve venir por la izquierda y le cierra en el momento más oportuno. ¿El resultado? Un fuerte golpe en la parte lateral izquierda del utilitario francés, que sale despedido y acaba panza arriba. No hubo que lamentar heridas de gravedad, pero sí una serie de gastos que tendrá que cubrir el que salió peor parado en este lance.