Como parece que se ha establecido esta relación por correo con algunos lectores, donde vosotros preguntáis y nosotros nos explicamos lo mejor que podemos, se acumulan consultas mecánicas. Son de toda ralea y las recibo más deprisa de lo que el tiempo me deja escribir. El atranco de cartas lo resuelvo como se me hace más sensato: darle paso a la que llega primero, y tratar de ser lo más regular en las contestaciones; una detrás de otra, voy clareando el buzón.
Síntomas de que algo va mal
Hoy me da la impresión que resuelvo algunos misterios en un solo artículo: «oigo un ruido horrible cuando giro», «el volante matraquea a veces, y se escucha como si algo estuviese rascando por debajo del motor»… Serán síntomas de averías diferentes, y sin ver el coche poco se puede adivinar, pero muchas de esas descripciones suelen venir del mismo mal: la junta homocinética.
Es cosa de importancia, porque girando al tope el volante, agachándonos y echándole un ojo al lado interior de la rueda nos quedamos tranquilos, o vamos al taller. En el caso de coches con tracción trasera o integral cuesta más de ver y hay que arrastrar la panza por el suelo, pero tampoco es complicado atrapar la avería antes de que dé la cara. Cazarlo a tiempo significan 100€, y esperarse a que se rompan todas las piezas de la junta homocinética se lleva unos 600€.
¿Qué es la junta homocinética?
Juntas homocinéticas fijas, juntas homocinéticas desplazables de bolas y desplazables de trípodes… La ingeniería ha ido dando volteretas hacia sistemas más elaborados, aunque queda bien claro que la fuerza que hace el motor ha de llegar a unas ruedas, y que esto se hace con unas varas que van del bloque central hasta los neumáticos que hagan la impulsión.
A cada ‘vara’ se le llama palier. Y los palieres girarán tan despacio y tan deprisa como la potencia de nuestro coche nos permita y conforme le exijamos al acelerador.
Quedando esta cuestión tan lógica expuesta, sólo queda contar que la junta homocinética es la unión entre el palier y la rueda. Dentro de la junta homocinética hay varias piezas, y lo mejor será que nos quedemos fuera de los detalles complejos, porque esta parte interior cambia mucho según el modelo de vehículo; con propósito de no extraviarse hay que imaginarse la junta homocinética como una articulación de las extremidades de una persona; como si fueran un codo, o una rodilla, o un tobillo, o una muñeca.
Visto así, nos hacemos la idea de que dentro de nuestras articulaciones hay huesos, cartílagos, tendones, ligamentos… Y sobre todo fluidos que lubrican para que el movimiento sea suave y natural.
Lo mismo ocurre con la junta homocinética. Va recubierta de un pellejo de goma, con arrugas que le dan aspecto de acordeón, y al que la mayoría de fabricantes llaman ‘fuelle’ o ‘guardapolvos’. Es una capa protectora que ha de estar bien ajustada y perfectamente abrazada con tal que no se escape el engrasamiento de la junta homocinética y, en especial, para que no entren piedras, arena u otros objetos que acaben por dejar maltrechas las piezas del mecanismo homocinético.
Su vida útil
La vida de la junta homocinética es de esperar que sea tan larga como la del propio coche, pero otra cosa es el fuelle; es una simple goma, y se va desgastando. Depende del uso, el guardapolvos a lo mejor estira su vida hasta los 100.000 kilómetros. Aunque si uno vive en zonas con muchos caminos de tierra, o donde nieva a menudo y se tira sal al asfalto, la materia del fuelle se va resecando y agrietando antes. Se dan casos, en condiciones hostiles y con utilización intensiva, donde a los 40.000 kilómetros se queda en estado de sustituirlo. Por eso hay que echarle un vistazo en cada revisión anual; con un guardapolvos escamochado, una junta se puede desvalijar, y así hasta afectar al palier en un punto en que no llegue el empuje del motor a las ruedas. Y aquí el coste de la reparación es crudo.
Los técnicos también han ido haciendo sus pruebas con la grasa que da soltura al movimiento de la junta homocinética. No debe haber en exceso ni en defecto, y sus cualidades de viscosidad y durabilidad abren muchos debates. Es bastante corriente que a día de hoy se usen aceites mezclados con un compuesto químico de nombre fatigoso de escribir y de pronunciar: el bisulfuro de molibdeno. Esta papilla de farmacéutico, en lo que yo he llegado a indagar, es la que mejor se acomoda a casi todos los tipos de juntas homocinéticas.
Dicho a lo sucinto y de manera algo brusca: el que no quiera gruñidos saliendo del suelo del coche, que tome precauciones cuando pase por el taller y les recalque que palpen los fuelles; que se aseguren de que sus abrazaderas estén bien colocadas y sujetadas con firmeza. Hay quien calcula que el ochenta por ciento de averías en la junta homocinética empiezan por un montaje torpe de una nadería como son los ‘fuelles’.
Mi más sentido agradecimiento a estos especialistas en peritación mecánica y fotografía que son Alberto Besares, Daniel Zanuy y Francisco Javier Molinos. De no mediar su asesoramiento, esta sección sería bien opaca y confusa.