Fue bonito mientras duró. Por un momento echar gasolina o gasoil dejó de ser tan caro como hace unos meses, pero no fue más que un simple espejismo que a más de uno le permitió ganar más dinero por hacer el mismo trabajo.
En enero los precios llegaron a caer a niveles de 2009, pero lo cierto es que ahora mismo acumulan seis semanas de subidas y no parece que hayan tocado techo.
Un 7% más desde que nos comimos las uvas
La Comisión Europea ha tirado de cálculos para informarnos de que los precios se han disparado un 7% desde que empezó el año. Se han situado en una media de 1,171 euros por litro de gasoil y 1,237 euros por litro de gasolina. Eso es una mala noticia para todos, ya que el año pasado llegamos a disfrutar de un mínimo de 1,057 euros para el gasoil y 1,117 euros para la gasolina.
En aquellos felices tiempos un depósito se podía llenar con 52,85 euros, pero ahora hacer lo mismo implica pagar 5,7 euros más, que quieras o no se nota.
Solo 12 gasolineras por debajo del euro
El Ministerio de Industria ha reconocido que en estos momentos solo hay doce gasolineras que venden el litro del diésel por debajo del euro. Esto ocurre en Teruel, Zaragoza, Jaén, Badajoz, Valencia, Girona, Murcia y Córdoba. Y claro, en casi todos los casos estamos hablando de gasolineras independientes, porque las grandes multinacionales ya sabemos que empujan los precios al alza sabedoras de que pueden negociar con sus «competidores» como en todo cártel que se precia.
El barril que sube y las multinacionales que se llevan bien
El barril de crudo de Brent, que llegó a estar por encima de los 100 dólares, pasó a situarse por debajo de los 50, pero en este momento ya se mueve en unos 60. Sea como sea, nos conformaremos con no volver a los precios de septiembre de 2012, cuando se alcanzaron máximos escalofriantes: 1,45 euros por el litro de diésel y 1,52 euros por el litro de gasolina. Con semejantes tarifas a uno le daban ganas de vender el coche y comprarse una bicicleta eléctrica, sobre todo tras conocer toda la mafia que hay detrás de lo que se supone que debería ser un mercado competitivo.