De pequeño a grande: EcoSport, Kuga (que se traslada de la planta de Almussafes en España para dejar hueco al Mondeo 2015) y, al fin, Edge. La tríada de SUV se completa en Europa. Dentro del Salón de París, lo que estamos viendo es la segunda generación de un modelo nacido en Estados Unidos en el 2006 y que, si contemplamos el lanzamiento del nuevo Mondeo o el advenimiento del Mustang, traerlo a este lado del Atlántico se antoja una consecución lógica; a Ford le faltaba esta pieza en el puzzle. No queda ni una trinchera vacía en el catálogo del Óvalo Azul.
Mientras que el americano contará con una silueta mínimamente diferente y con motores de gasolina, de lo que hablamos hoy es de la especificación europea. La pisada del coche es de tamaño similar al Audi Q5, conque estamos lidiando con un vehículo que yo entiendo como un SUV medio-grande.
El ADN
En el mapa de este tipo de coches, las posibilidades para los usuarios han florecido hasta encontrar alternativas en cada marca, prácticamente. Por lo general, nos cegamos en un bucle de comparaciones que poco ayudan al lector; al final solemos etiquetar los modelos con palabras que ya están gastadas, y de significado escaso. «¿Puede competir un Ford Edge con un BMW X3?» «¿Es “premium”?» Ese hilo de muletillas no ayudan a conciliar decisiones de compra a quien está buscando orientación.
En lugar del encasillamiento periodístico, creo que es mejor abordar los análisis desde el ADN, o los rasgos que son distintivos. Dentro de la casa Ford, los SUV buscan un compromiso entre lo dinámico y lo polivalente. Si en un extremo está la deportividad y en el otro está la funcionalidad, el EcoSport, el Kuga y ahora el Edge están justo en el centro. Y si he de inclinar por fuerza la balanza ligeramente hacia un lado, es decir, si alguien me pide que me comprometa más con lo que escribo, diré que Ford siempre va a buscar un poco más la performance, las sensaciones del conductor.
Los ingenieros de Ford no están solos en el anhelo de este equilibrio, pero sí que son los que han resuelto mejor la ecuación en numerosos casos que he podido probar: Fiesta, Focus, Mondeo…
A la espera de la comercialización de este Ford Edge Mark II, exactamente eso es lo que espero de él. La plataforma que emplea es la misma que la del nuevo Mondeo, de manera que las suspensiones traseras son integral-link independientes con muelles helicoidales y una barra estabilizadora de 23 milímetros.
Por otro lado, Ford ya anunció que la dirección de dureza y desmultiplicación variable se implementaría en toda su oferta, pero quien la estrenará será el Edge… Resumiendo: más rigidez en la plataforma, suspensión trasera independiente y dirección con dureza y giro variables me hacen codiciar ese equilibrio confort-sport, pero que se ladea un poco más hacia lo sport.
Equipamiento o tecnología
Una versión como la Titanium, junto a algún ‘pack’ o ‘kit’ de opcionales, hace nuevamente fútiles las comparativas al uso. Hay sellos automovilísticos con ínfulas más elitistas que están holgadamente al alcance del Edge en el campo de la seguridad, la conectividad y la tracción, y en caso de que Ford se emplee a fondo, una edición Vignale sería imponente.
Volviendo a lo real y tangible, el Ford Edge comenzará disponiendo de impulsión delantera y de tracción total, ésta última gestionada electrónicamente para que el reparto de fuerza vaya del eje delantero al trasero en distintos porcentajes según se requiera o, por supuesto, quede dividido mitad y mitad si el panorama de la conducción pinta feo de verdad. Las excursiones a terrenos asilvestrados y las condiciones meteorológicas comprometedoras están resueltas.
En la franja alta de equipamientos, pues, el Edge encontrará su público entre los que busquen un Q5, un X3, un CR-V o un Murano; otro pecado periodístico que se prodiga mucho es olvidar a los japoneses, que bajo mi punto de vista también fabrican vehículos todoterreno intachables.
Los motores
O más bien el motor. La primera etapa del Ford Edge en Europa empezará con el cuatro cilindros turbo 2.0 TDCI Duratorq, que ha estado en evolución constante desde que le dio vida a un Mondeo en el año 2000.
Ford lo ha jalonado en una diáspora de potenciaciones, y aún hoy sigue sin haber tocado un techo. Dentro del Edge, el 2.0 TDCI rendirá 180 CV y 400 Nm de par, como en el nuevo Mondeo, y al mismo tiempo habrá otra variante más briosa con 210 CV y 450 Nm.
Los cambios de marchas aplicables a este bloque, indistintamente de su caballaje, son manuales de seis velocidades y la automática de doble embrague PowerShift.
¿Precios? ¿Fechas concretas? Ni una palabra todavía. Hasta que Ford cierre todos los flecos, nos conformamos con la galería de fotos oficial. A lo largo del primer trimestre del 2015 debería posar en los concesionarios, si no hay complicaciones de última hora.