Asúmelo, Alex: Neil Armstrong pisó la luna el 21 de julio de 1969 e hizo 5 fotos. El Sojourner puso sus ruedas en Marte el 6 de julio de 1997 y sacó 6 imágenes. Un domingo cualquiera, un sujeto entra en un restaurante japonés y defeca 467 instantáneas con filtros vintage de platitos de pescado crudo en Instagram, Facebook, Twitter, Google Plus u otro etcétera dentro de las Redes Sociales 2.0. Porque acabo de enterarme de que ya no son Redes Sociales, son Redes Sociales 2.0.
La diferencia no la entiendo demasiado bien, cuando la finalidad continúa siendo la analgesia digital de que estás con mil amigos 24 horas al día, pero no ves a ninguno de ellos jamás. Y cuando tu estatus en Whatsapp o dónde comes hoy no le importa a nadie.
Los Trend-setters
A quien pregunte por su vida, el citado sujeto le cuenta que es un Trend-setter, porque ahora los bloggers ya no son ‘bloggers’, ni ‘probloggers’, ni ‘tentbloggers’. Eso es muy del año 2000. Ellos son Trend-setters, así en mayúsculas. Vanguardistas que al eyacular precozmente 467 fotos inanes asumen místicamente que crean tendencia; eso lo que sería la traducción aproximada de Trend-setter. Se otorgan el rol de dirigir la cultura, la industria y la moda, y sientan cátedra.
Los Trend-setters son, por descontado, Fotógrafos Profesionales porque tienen un teléfono móvil 4G con mil megapíxels, dispositivo adquirido merced de un convenio vampírico con una teleoperadora a quien deben alma, bolsillo y pleitesía al menos durante dos años. Los Trend-setters, además, son Escritores: lo de juntar letras una tras otra es tan automático como respirar. De hecho, se preguntan cómo alguien puede tardar tres años en escribir un libro, si ellos supuran con su salmodia unas diez tendencias al día que el mundo súbitamente absorbe y bendice por wifi.
Son genios del Renacimiento que han nacido cinco siglos después; científicos, pintores, escultores, filósofos e inventores, todo en uno. Grandes proyectos, grandes ideas, y no necesitan mecenas, ni brocha, ni plumilla. Con un iPad se hace girar el mundo.
Al Trend-setter lo invitan las marcas a sus eventos de showbussiness; pongamos, por ejemplo, la presentación de un coche. Y mientras está allí, no escucha ni ve. De facto, habita en otro eje dimensional donde no existe ni el bien ni el mal. Ampuloso y pretencioso, simplemente teclea y fotografía con el smartphone, y envía a tiempo real varios kilos de estulticia a las Redes Sociales 2.0.
Ha de comunicarle al planeta que está en un sitio importante (si es que a alguien le preocupa que se presente un coche en un hotel de lujo), y, sobre todo, ha de recalcarle al lumpen ignorante que él es el primero en ver el coche, en probarlo y, si el modelo merece medio minuto de su tiempo, ha de dirimir entre un “cómpralo” o “no lo compres”. Tal es su honda sabiduría en materias de ingeniería y de pilotaje.
Un domingo cualquiera
Asúmelo, Alex: hoy es un domingo cualquiera donde las concatenaciones astrológicas que siempre son absurdas te han rodeado de Trend-setters en una –pongámoslo otra vez en mayúsculas para que impresione– Presentación Internacional de Seat.
Entre cadenas de televisión que sufren sus miserias, verdaderos fotógrafos sobrevalorados y periodistas que también sufren sus miserias pero que sí escriben correctamente, esta vez te ha tocado estar en la banda de los sablistas, mogrollos, pedigüeños o gorrones. En el fondo te lo estás pasando bien con el zoo que te rodea.
Aunque vivan al lado de Barcelona, los Ternd-setters gurús del motor se inscriben en el hotel de lujo para pasar la noche allí a costa de Seat, se comen hasta los platos de plástico del “brunch”. El objetivo es saquear todo lo posible y, si tiene pinta de ser caro, mejor. En el fondo, y por profundo que sea el agujero depresivo en el que vive el Trend-setter, la cuestión es adoptar una pose circunspecta y murmurar con desaire que el evento no está a la altura, que están hartos de que los inviten y que tienen una agenda social y laboral demasiado vertiginosa como para estar subidos en un Seat.
Asúmelo, Alex: has venido y tienes que escribir sobre un coche, una prueba del León ST donde aparente que eres un cruce entre un precision driver, Adrian Newey y Jorge Luis Borges. Has de escribirlo porque se lo debes a David. Pero cuando termines esto ya no será domingo y los dos mil Trend-setters de la automoción se te habrán adelantado. Todo lo que Dios Todopoderoso Google haya permitido esparcir sobre el León ST 2013 será cosa del pasado fast-food.
Pero, aún así, si con suerte quince o veinte personas se miran esto, habrás puesto tu grano de arena Trend-setter. Es decir, habrás colado en internet uno de los 600 impactos publicitarios que un ciudadano medio recibe inconscientemente en un día. De modo que serás el bufón de los Trend-setters por lento e inoperante, pero Trend-setter al fin y al cabo: trajinarás publicidad solapada que otros quieren que trajines, y depende de lo servil que seas para seguir sentado en el trono de creador de tendencias teledirigido, o entres en una lista negra, sin más invitaciones en la bandeja de entrada del mail.
Marketing y chicas que nunca conoceré
De camino al Hotel Vela donde hay que inscribirse, ocupando el paseo de la Barceloneta, hay unidades del León familiar para que ociosos paseantes vayan mentalizándose de que van a ver en breve un coche nuevo por las calles. La tercera carrocería de la tercera generación del Seat León está a la venta a partir de ya.
Cerca de esta monstruosidad de vidrio y hierro que desgarró el litoral de la ciudad de Barcelona, privatizó terrenos públicos, se pasó por el calcetín la ley de protección de costas y que sólo un arquitecto como Ricardo Bofill podría parir, Seat ha montado una estructura con forma de cubo muy Mies Van Der Rohe y “2001 Odisea en el Espacio”. Es donde se oficiará la presentación más tarde.
En la puerta del hotel, fumo y paso el tiempo esperando la hora. No hago nada, sólo miro y me relajo, a fin de cuentas es domingo. Pero todo está lleno del personal de marketing de Seat y azafatas guapísimas que nunca conoceré. Una de ellas, una negrita muy, muy bonita, me ha dado una bolsa con un montón de cosas, incluso un precioso Pendrive USB con el logo de Seat.
Hombres y mujeres no paran de acercarse a mí para preguntarme si quiero algo, si necesito algo o si tengo hambre. No sé cómo dan abasto para atender a todo el personal que se está aglomerando y me preocupa que se estresen por mi culpa. Por eso les contesto que estoy de maravilla, pero me acompañan si me muevo y responden todas mis preguntas sobre los usuales mitos urbanos de Seat que corretean, y me especifican con generosa conversación cualquier detalle tecnológico de cada modelo por el que se me ocurra indagar.
No estoy acostumbrado a pisar alfombras tan rojas mientras veo a otros cómo se dejan el pellejo trabajando. El problema es que el equipo de marketing y las azafatas dan tanto de sí mismos que me podrían convertir en otro despótico y corrosivo Trend-setter si acudiera a estas ceremonias con asiduidad. La sangre se convierte en lejía súper-blogger rápidamente si llegas a la alucinación delirante de que tú eres la estrella del rock, en lugar de ellos y toda la gente que saca adelante Seat jornada a jornada.
Bien, Alex, en algún momento tendrás que empezar a hablar del coche. Recuerda que se lo debes a David. Tendrá que ser en el siguiente artículo. Tal vez mañana. Intenta hacerlo al menos sin megalomanía ni prosaico discurso ‘Trend-setter’ afectado. En el estiloso Pendrive USB que me han regalado, hay toneladas de información técnica y todas las fotos oficiales del modelo. Las pongo en la galería, porque dejarán para la Historia una mejor impresión del coche que cualquier desaforada observación de iletrado que yo pueda hacer.
Enhorabuena. Artículos como este crean afición por una página. Tiene personalidad, vida propia, un idea original y contenido de altísima calidad. Espero la 2ª parte, la del coche. Nos lo debes a todos tus lectores.
La segunda parte la tendrás mañana.
Es una promesa.