Algo estamos haciendo bien. Nos lo dicen desde la Agencia Espacial Europea (ESA) en una conferencia celebrada recientemente en Brujas, Bélgica. Como se ve en la foto, las manchitas de contaminantes han perdido terreno en el transcurso de la última década. El estudio de la calidad del aire comenzó en 1995 con un satélite llamado ERS-2, pero entre Estados Unidos y Europa se han seguido lanzando más satélites con el objetivo de monitorizar todos los datos posibles sobre el aire que respiramos. Este aire es la troposfera, la parte más baja de la atmósfera.
Los datos de los satélites dicen que el CO2 ha bajado tanto en Europa como en los USA. Pero tenemos otro problema encima: los países emergentes reclaman su derecho a desarrollarse industrialmente y ahora están quemando carbón e hidrocarburos por un tubo. No hay legislaciones atmosféricas ni restricciones de emisiones en estos sitios. La China y Oriente Medio son los principales focos de gases perniciosos emitidos al aire actualmente.
De modo que lo que ganamos por un lado lo perdemos por otro, y seguimos tragando porquería. A pesar de todo, en lo que está en nuestras manos vamos por el buen camino, sobre todo en el sector que nos interesa: el de los coches. Andreas Richter, un científico del Instituto de Física Ambiental de la Universidad de Bremen, en Alemania, dijo en esta conferencia que “las mejoras tecnológicas – tales como los automóviles ecológicos – son las responsables de la disminución de los niveles de contaminantes.”
Futuro incierto
Las misiones Sentinel-4 y -5, parte del programa europeo para la Monitorización Global del Medioambiente y la Seguridad (GMES), continuarán recogiendo datos sobre la química atmosférica, fomentando el desarrollo de servicios específicos para monitorizar la calidad del aire sobre Europa. Pero todos sabemos lo que está cayendo sobre Europa en cuanto a economía. La señal de alerta se ha disparado. Si la Agencia Espacial Europea y otros proyectos para estudiar la atmósfera pierden sus presupuestos, nos vamos a quedar a dos velas.
Sin nadie que vigile desde el espacio la porquería que echamos al aire, nadie ejercerá presión para seguir avanzado en coches más ecológicos y energías renovables para abastecer a las ciudades y pueblos. No es el presente lo que está en juego. Es el futuro.