Después de fabricar mil y una versiones del Veyron, Bugatti ya ha agotado todos sus argumentos. Tener un único modelo destinado por la lógica de los precios del combustible a ricachones árabes es jugárselo todo a una carta demasiado alta. Hay que añadir que han circulado muchos rumores sobre si se perdía dinero cada vez que se vendía una unidad. Demasiados cilindros, demasiados turbos, demasiado de todo.
Es un coche rápido, poderoso, opulento y quinientos adjetivos más que se puedan derivar de la palabra exceso. Pero el que más preocupa a la firma es el de obeso. El Veyron es un mamotreto de dos toneladas que se bebe 40,4 litros de gasolina a cada cien kilómetros que lo estés paseando por ciudad. Normal, son 16 cilindros con 8 litros de cubicaje, 64 válvulas y 4 turbocompresores.
Una mala imagen
En Bugatti han hecho un ejercicio de reflexión y se encuentran con que les salen detractores hasta debajo de las piedras. La gente empieza a opinar que está muy bien que el bicho tenga mil caballos de potencia, pero que no deberían fabricarse coches con un coste ecológico tan alto. Y a partir de aquí han empezado a darle vueltas al asunto.
Lo primero que barajaron de cara a la segunda generación fue aligerarle el peso utilizando más fibra de carbono, algo que ya se ha hecho antes con otros coches pero que nunca se ha impuesto por los costes que supone. Según un rumor que llega de Auto Express, Bugatti ha decidido que la solución está en que el coche sea híbrido.
Un giro de 180 grados
Este cambio de dirección tan osado no le va a quitar ni un sólo kilo de encima, porque los sistemas de baterías pesan lo suyo, pero les ofrece dos ventajas muy alentadoras. Por una parte, mostrar una imagen de marca más acorde con la corriente global que exige una industria del automóvil más limpia. El coche bajaría drásticamente sus ganas de sorber gasolina.
Y por otro lado, no menos importante para un supercar, la incorporación de un propulsor eléctrico le otorgaría al Veyron un aumento de par descomunal, pues en los motores eléctricos la entrega de potencia es inmediata. Así que las prestaciones del cacharro mejorarían sus pasmosas cifras de aceleración y recuperación aún más.
Se matan varios pájaros de un tiro, pero algo que también gusta mucho a Bugatti es que puede mantenerle el pulso a Ferrari, que trabaja bajo absoluto secreto en el sucesor del Enzo. Siempre estamos hablando de rumores, pero se dice que los italianos también están sobre el camino de la hibridación.
Bugatti quiere ir paso a paso. Una vez esté encarrilada la segunda generación del Veyron, le tocará por fin al desarrollo de un segundo modelo, que será un sedán y al que aún le quedan unos años, pero ya le han puesto nombre: el Galibier.