Saab ha tocado fondo y solo un milagro podría salvarla. La firma sueca se ha declarado en bancarrota después de que el trato con Youngman haya sido cancelado por culpa de las pegas puestas por General Motors.
Se acabó lo que se daba, ya no hay proceso de suspensión de pagos, sino quiebra pura y dura. Es la cruda demostración de que cualquier empresa, por poderosa que llegue a ser, puede desaparecer de la noche a la mañana por culpa de una mala gestión.
El caso es curioso porque hace 5 años eran capaces de vender 133.000 coches al año, una cifra que está muy bien. A partir de ese momento las cosas empezaron a ir mal y en 2010 no llegaron a vender ni 32.000 unidades. Las fábricas han parado su producción durante meses y la financiación que se necesitaba no ha llegado nunca. Parece que nadie apuesta por esta marca que en su día llegó a competir casi codo con codo con otras marcas premium que ahora mismo están sobreviviendo a la crisis sin pasar demasiados apuros económicos.
Solo en Suecia 3.600 empleos dependen del futuro de Saab, eso por no contar los concesionarios, las filiales, los servicios técnicos… La situación es caótica y la solución, de llegar, debería estar a la vuelta de la esquina para no evitar lo que ya parece inevitable.